El campo colombiano: olvidado y siempre presente
La frase aquella, repetida ene mil veces del olvido del campo colombiano, tiene relación con la problemática central de Colombia, con esa imposibilidad de ser un pueblo, una nación, un país, una república, inclusive podríamos hasta poner aquí la palabra patria, ser una patria. Un territorio gobernado incluyendo a toda su población, con un estado garante de los derechos, un estado que fuese realmente facilitador de la convivencia, la equidad, la paz, la democracia, las libertades. Pero no es así, el olvido del campo es la expresión más clara de un proyecto de país que no cuaja, de una sociedad que no pacta, de una perpetua confrontación que tiene de fondo histórico la acumulación violenta de tierras.
Desde el choque violento que significó el mal llamado descubrimiento de América, pasando por la colonia, la guerra de independencia tuvo este telón de fondo, el control de la tierra, de las riquezas naturales. No se consolida una república moderna, así fuese un momento propicio para materializar las ideas de la revolución francesa: la libertad, la igualdad, la fraternidad, inspiradoras para los revolucionarios independentistas. Pudo más el choque de intereses, que no se tramita democráticamente entre latifundistas conservadores y artesanos y comerciantes progresistas.
Siempre hemos vivido esa paradoja entre el discurso y la praxis, paradoja siempre presente en la vida política y social de Colombia. Tampoco cuajó la república liberal y poco eco tuvo el populismo, que fue una caricatura y menos una alternativa socialista y nunca, prácticamente nunca hemos vivido una democracia real, destellos democráticos. Siempre de fondo el control de las tierras, el destierro de aborígenes y comunidades campesinas, el arrasador despojo. Nunca una independencia real, siempre hemos vivido en un marco de dependencia, del imperio español, de Inglaterra, de Estados Unidos, y hoy de las corporaciones privadas transnacionales que han capturado la independencia de las instituciones del gobierno mundial, la ONU misma, y los estados de cada país. Hoy los TLC son la manera de controlar nuestro desarrollo propio, la autonomía económica, la soberanía sobre nuestro territorio y sus riquezas.
La dependencia, el despojo de los territorios, el narcotráfico como negocio que financia la guerra, enriquece locamente y corrompe la vida social y las instituciones, son el trasfondo de una negociación con las guerrillas que parece que llegará a acuerdos, que de lograrse permitirá expresar y concertar en un ambiente más democrático las propuestas.
Y hoy con énfasis especial, cuando se discute la actualización de los Planes de Ordenamiento Territorial, decimos que es posible vivir distinto, que es urgente y necesario respetar nuestras comunidades y sus culturas, preservar la base natural, respetar el agua como bien común y derecho humano, y garantizar nuestra soberanía alimentaria. En todos los municipios debemos hacer respetar el territorio campesino, la vida y la economía campesina y reivindicar sus derechos.
Respaldamos por esta razón los paros agrarios y sus propuestas, todas relacionadas con el respeto a la ruralidad, a la agricultura familiar, a la minería ancestral y al respeto por sus economías tejidas alrededor del café, la papa, el arroz, la caña, la panela, la cebolla, el maíz y la leche. Paros que rechazan las leyes y normas que privatizan bienes comunes como las semillas y especies propias, el agua y los territorios e ilegalizan las actividades productivas sustento de estas comunidades.
Corporación Ecológica y Cultural Penca de Sábila
Agosto, 2013.