Revista Agua Bien Común

¡Ay, vida, no te vendas!

Por Javier Márquez Valderrama
Corporación Ecológica y Cultural Penca de Sábila

Nos preocupa el porvenir del mundo. El mundo por venir. Ese mundo por venir depende del mundo de hoy. De las cosas y los seres del mundo de hoy, así como este mundo que vivimos hoy es el porvenir de nuestros ancestros, hombres y mujeres de esta especie que imaginaron un porvenir.

¡Ay, vida, no te vendas!

Cada comunidad construye su sabiduría en la experiencia que acumula como bien común y la deposita en hombres y mujeres que llama sabios. Y la sabiduría se vuelve advertencia, sensatez, prudencia, responsabilidad individual y colectiva. Respeto a lo insondable, a lo misterioso, a lo inhabitable. La sabiduría reconoce lo ignoto y lo inconmensurable, y hace de su mirada cautelosa la posibilidad de conocer, acogiendo la incertidumbre como la manera de comprender. Conocer no es saberlo todo, esculcarlo todo, dominarlo todo. Conocer es saber del límite, de la posibilidad de nuestra potencia, de nuestra capacidad de hablar, de nombrar, de tejer con palabras lenguajes y sentidos y poder comunicarnos y entender las señales del agua, la tierra, el aire y el fuego.

Esta capacidad nos ha hecho una especie con palabra, lenguaje, pensamiento, tecnología y artefactos. Allí reside nuestra tragedia y nuestra comedia, nuestra felicidad y nuestro desencanto. Nuestra vida como especie parlante está ligada a la trama de la vida, pero la palabra también nos ha llevado al extravío. Hemos creído que somos el centro de la vida, no parte de ella. La capacidad de la palabra nos ha llevado a creer que somos los dueños, amos y señores del universo, y lo digo en masculino con toda la conciencia de que en ese genérico hombre no está contenida la humanidad toda. La humanidad femenina y masculina.

El dominio, la explotación la subordinación están asociados a esa manera masculina patriarcal de querer dominar a la Mujer, a la Naturaleza y a los seres humanos. Y si bien lo femenino no es naturaleza, pues, como lo masculino, es una manera de ser humanos, la feminización del mundo que vive la época habla de cambios profundos, raizales cambios para sobrevivir, porque sobrevivir es el sino de la especie, de esta especie que ha hecho de la tierra su hábitat y la ha vuelto, al orbe todo, objeto de su dominio.

Nos encontramos aquí para hablar de la tierra. Se juntan en esta conversación miradas y voces distintas. Los pueblos originarios hablan su propia palabra, que demuestra que la ciencia, la filosofía, la ecología, la física, las matemáticas, la economía y la jurisprudencia son lenguajes para nombrar y decir, que pueden dialogar con otros lenguajes humanos en un territorio común que es la literatura, la poesía. Porque tan legítimo es el pensamiento de unas como el de otras culturas humanas.

Yo me siento aquí con ustedes a hablar desde la ecología política. Creo profundamente que el conocimiento recogido en la Ecología se ha hecho base de la comprensión de nuestro lugar en la biosfera, de nuestro lugar en el universo, y no es extraño que los pensamientos primordiales de Nuestra vida como especie parlante está ligada a la trama de la vida, pero la palabra también nos ha llevado al extravío. Hemos creído que somos el centro de la vida, no parte de ella. 27 las distintas culturas humanas se encuentren en sencillas y profundas palabras llenas de sabiduría, y por eso el pensamiento ambiental habla todas las lenguas cuando del provenir de la especie se trata. El ser humano de Occidente se pensaba a sí mismo y con sus congéneres sin la preocupación por todas las cosas y los seres del mundo. Estaba embobado, embebido en su capacidad de transformación de todo, y desde épocas remotas, desde la Grecia antigua, aprendió lo que hoy tiene que desaprender: creer que sus técnicas y artes lo hacían centro del universo, un ser humano que, cerrado en su presente, confió a la razón y a la técnica la capacidad de dominar el mundo, e hizo de la preocupación por lo público y lo privado la preocupación por sí mismo, por el interés colectivo como humanidad, olvidándose del mundo, del territorio, el paisaje, los vegetales, los minerales, los otros animales, el agua, el fuego, la tierra, el aire. Se creyó amo y rey, se creyó el cuento, su propio cuento, el de la expulsión del paraíso, y con su lenguaje prepotente maldijo la naturaleza para hacerla objeto de explotación y dominación.

Al hablar de las dimensiones de la Naturaleza, dice Hans Jonas en su obra El principio de responsabilidad, siendo para él la primera la Vulnerabilidad, que: “Tómese por ejemplo, como primer y mayor cambio sobrevenido en el cuadro tradicional, la tremenda vulnerabilidad de la naturaleza sometida a la intervención técnica del hombre (léase ser humano), una vulnerabilidad que no se sospechaba antes de que se hiciese reconocible en los daños causados. Este descubrimiento, cuyo impacto dio lugar al concepto y a la incipiente ciencia de la investigación medioambiental (ecología), modifica el entero concepto de nosotros mismos como factores causales en el amplio sistema de las cosas. Esta vulnerabilidad pone de manifiesto, a través de los efectos, que la naturaleza de la acción humana ha cambiado de facto y que se le ha agregado un objeto de orden totalmente nuevo, nada menos que la biosfera del planeta, de la que tenemos que responder, ya que tenemos poder sobre ella. ¡Y que un objeto de tan imponentes dimensiones que todo objeto anterior de la acción humana se nos antoja minúsculo! La naturaleza, en cuanto responsabilidad humana, es sin duda un novum sobre el cual la teoría ética tiene que reflexionar. ¿Qué clase de obligación actúa en ella? ¿Se trata de algo más que de un interés utilitario? ¿Se trata simplemente de la prudencia que nos prohíbe matar la gallina de los huevos de oro o cortar la rama sobre la que uno está sentado? ¿Pero quién es “uno” que está en ella sentado y quizás caiga al vacío? Y ¿cuál es mi interés en que permanezca en su lugar o se caiga?“ (1).

La transformación de la tecnología al servicio de la acumulación nos lleva inexorablemente a la destrucción de las condiciones que permiten la vida de esta especie y la trama de toda la vida. La especie humana se organiza en sociedades, y esta obviedad es necesario decirla para comprender que estallamos la envoltura biológica e hicimos cultura y sociedad en una diversidad increíble, y en ella, como común elemento desde remotas épocas y en distintas latitudes, sociedades que esclavizan seres humanos para su explotación, que subordinan a la mujer para su explotación y dominación, que conciben la naturaleza como propiedad de esta humanidad dividida en clases, naturaleza que se hace despensa, que desde sus entrañas esculcadas, explotadas también, todo lo tiene que brindar sin límite, no a la necesidad solamente, sino a la voracidad de la acumulación y la renta.

La defensa de la tierra clama por eso, por una ética orientada al futuro, que debe regir a los seres humanos de hoy, como decía Hans Jonas, quien así la define: “Una ética actual que se cuida del futuro, que pretende proteger a nuestros descendientes de las consecuencias de nuestras acciones presentes” (2).

Agua, lo primordial

Agua, lo primordial, el origen después del nacimiento, el universo estaba allí, estuvo allí, tal vez sin agua, aunque sus constituyentes venían del tiempo. El polvo estelar tiene nombres químicos como oxígeno, que se dice por la arqueología cósmica que antes estuvo el hidrógeno, tal vez el elemento más antiguo. Millones de años… ¿Cuántos? ¿Para qué saber cuántos? ¿Se necesita saber cuántos? Cuatro mil quinientos millones… El agua nació en el universo a partir de la unión del oxígeno (creado en las estrellas) y el hidrógeno (el elemento más antiguo). El agua es el líquido primordial, sin agua líquida no habría la vida como la conocemos en su infinita variedad.

“Pero, ¿qué es el agua? —decía en un texto sobre la ética del agua— Ese elemento que todos los días y a todas horas nos acompaña, nos humedece, nos alimenta y limpia, nos refresca y nos calienta, nos alegra y tranquiliza. ¿Qué es el agua? ¿Una sustancia? ¿Un elemento? ¿Una juntura de elementos químicos? ¿Un líquido? ¿Un sólido? ¿De qué materiales está hecha esta cosa que nos da ingeniosidad, nos despierta, nos moja, nos duerme, nos desespera? ¿Qué es esa cosa de la que estamos hechos, como dicen los que saben, en un 60 o 70 por ciento? La química la define como una sustancia que proviene de la reacción del hidrógeno y el oxígeno. Su fórmula es H20, su peso molecular es 18 g/mol. Es al mismo tiempo un ácido, un hidróxido, una sal y un óxido, es decir, es una cuadratura más compleja que la santísima trinidad.” (3)

Por la ecología sabemos que la vida se originó en el agua y que ella es condición de su permanencia. Si obramos con la plena conciencia de ser parte de la inteligencia de la vida, si por nosotros y nosotras habla, se expresa y comunica el agua base de la vida, entonces podemos defender sus derechos, pues son a la vez nuestros derechos. ¿Cómo separarnos de ella si ella somos y navegamos en ella y por ella en la biosfera? Tan sencillo de comprender y tan difícil de hacer norma, derecho y jurisprudencia.

Hemos roto el ciclo hídrico; la vida es cíclica, así la comprendemos mejor: ciclo del agua, ciclo del nitrógeno, ciclo del carbono. Hemos roto los ciclos, los hemos interferido de tal manera que se vuelven contra natura. La comprensión de la lógica de la naturaleza ha servido para interceptar, intervenir, transformar y destruir.

Hoy el agua funge como bien económico, los banqueros e industriales, los empresarios y esa thanatocracia que les sirve han dicho, “lo que nada nos cuesta volvámoslo fiesta”, y hoy a nombre de dar valor a lo invaluable hasta el agua tiene precio monetario, y se habla de bonos de agua, de papeles de la bolsa de Nueva York para que se invierta y gane en los negocios del agua.

¿Pueden ustedes creer eso? Y cual mensajeros del agua gritamos: ¡no, no, el agua es sagrada! Y sacro es lo intocado, lo intocable, lo preservable, lo de todos y de nadie, lo que no puede ser dañado. El agua es un bien común de la humanidad y todos los seres vivos, y a nadie le puede faltar, y así, a punta de movilización y pensamiento común logramos que la ONU, precisamente un 28 de julio hace 4 años, resolviera que, en lo que a acceso y suministro se refiere, el agua es un derecho humano fundamental. Lo logramos… ¿lo logramos? Mientras se conquistaba el nuevo derecho humano, que eso no sucede todos los días, las fuentes del agua son compradas, acaparadas, desviadas las aguas para hacer represas, se hace energía que se exporta, que se compra y se vende; los ríos mueren encerrados, desviados; los peces mueren y muere la gente del río, se va… se tiene que ir, los pueblos anfibios de nuestros grandes ríos deambulan en las ciudades y pueblos sin atarraya, sin batea, cambian de oficio, los persiguen, los matan. Kemi Pernía, embera del río Sinú, te evocamos hoy en defensa del agua y de la tierra. “A Nelson Giraldo le dispararon en cuatro oportunidades y lo degollaron. Dejó una familia con dos hijos que aún se refugia en el coliseo en la U. de Antioquia”, precisó la abogada Liliana Uribe de la Corporación Jurídica Libertad. Ellos exigían derechos, los derechos al río, los derechos del río.

Más de 19.000 familias viven sin agua potable y más de 36.000 sin energía eléctrica

Denuncia en su marcha de antorchas de 2013 la Mesa Interbarrial de Desconectados. Se desvían caudales para llevar agua a los tanques y a nuestras casas. Ya se asoma la tarjeta prepago de agua. Mínimo vital en Medellín. ¿Quién dijo que un derecho se garantiza con caridad? ¿Para qué gobierno, para qué Estado? ¿Para quién el gobierno, para quién el Estado?

Antioquia es agua dulce, y esta agua de manantiales y quebradas, de ríos y humedales, esa gran riqueza, se ha vuelto tragedia para miles. El Peñol inundado y cuánta más gente después desplazada. Paso a las presas, progreso, desarrollo… ¿Desarrollo? ¿Para quién? Ahora venderán a Isagen.

Agua envenenada por agrotóxicos, fertilizantes y plaguicidas que perseveran y viajan por las aguas. Las multinacionales de la agricultura de síntesis química han vuelto compulsivamente 30 dependientes de los agrotóxicos a muchas familias campesinas y a la agroindustria de terratenientes. Comida que intoxica. Tóxicos que navegan nuestras aguas.

¡Ay, la minería! Ay la minería a cielo abierto, San Roque, Gramalote… Tristeza para la gente acallada por los batallones privados que cuidan a la minera y los batallones públicos, sí, públicos, ¿qué será ahora lo público?, impuesto de guerra, y tu plata financia batallones que cuidan a la Drumond y a la Anglo Gold Ashanthi y si no los cuidan, se cuidan. Contaminan el agua, millones de metros cúbicos de agua para la minería. ¿Y el agua de la gente? ¿El agua de los acueductos veredales y comunitarios? ¿El agua para tomar y lavar la ropa? Contaminar el agua es privatizarla. La ley, la ley de la confianza inversionista promueve la extracción de los metales y la contaminación irreversible de las aguas. ¿Sustentabilidad? Entretanto te dicen: “cierra la llave mientras te lavas los dientes…”

Mercados de aguas, empresas. Los señores expertos del Banco Mundial han recomendado entregar el servicio a los eficientes empresarios incorruptos… y la tarea se hace al pie de la letra. Agua servicio público será, está siendo, el negocio de los empresarios. Privatización. Infraestructuras y fuentes y la gente paga la tarifa y las multinacionales ganan.

Aire

Economía verde y soluciones de mercado a la llamada crisis ambiental. Cambio climático. Una civilización adicta al petróleo. Contaminó su aire y hoy habla de cambio climático, de extremos cambios del clima y hace compromisos: compromisos para definir las reglas sobre la compraventa del aire en el mercado internacional, y con una cosa que llaman Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL), del Protocolo de Kyoto, se da inicio a la mercantilización de los bosques y del aire. Es la privatización mundial del aire. ¿No creen? Si privatizan los bosques mediante los programas de REDD (Reducción de Emisión por Deforestación y Degradación de los Bosques), definirán un mecanismo financiero (para repartirse las invaluables ganancias económicas generadas por el negocio del aire en un planeta intoxicado) y crearán un Comité de Tecnologías para el cambio climático (sin abandonar la “civilización” del petróleo) y agrocombustibles, energía eólica, nuclear también, energía del sol… Se venden tecnologías. ¿Quién controla las tecnologías? Y allá en el neotrópico, en el trópico, en el sur… cuiden, cuiden los bosques.

Cincuenta años atrás, el poeta Pablo Neruda escribió estos versos (4):


no sé quién eres, pero
una cosa te pido,
no te vendas.

No, aire, no te vendas,
que no te canalicen,
que no te entuben,
que no te encajen,
ni te compriman,
que no te hagan tabletas,
que no te metan en una botella,
cuidado!

Oda al aire… ¿se imaginaba el poeta que el aire, el agua, la naturaleza serían llamados “servicios ambientales”?, ¿que lo invaluable de estos bienes naturales, su intrínseco valor, su invaluable valor sería monetizado? La naturaleza mercancía. El aire también se vuelve mercancía. El aire, que nos permite respirar, el aire que fue éter, se llamaba éter, el nombre del cielo, del firmamento, antiguamente era el aire más puro de las montañas… El aire se hace mercancía. Se compra, se vende.

Hay una palabreja que se usa cada vez más para entender al rey midas de hoy: Financiarización. Una fea palabra para decir que todo se hace dinero. Les cuento el cuento del rey Midas: Érase una vez un rey muy rico cuyo nombre era Midas. Tenía más oro que nadie en todo el mundo, pero a pesar de eso no le parecía suficiente. Nunca se alegraba tanto como cuando obtenía más oro para sumar en sus arcas. Lo almacenaba en las grandes bóvedas subterráneas de su palacio, y pasaba muchas horas del día contándolo una y otra vez. No les voy a contar el final… ¿saben el final? ¿La moraleja?

Servicios ambientales… pago por servicios ambientales. El aire ya no es aquello que nos rodea, nos permite respirar, nos desordena el pelo y fluye libremente. Junto con el agua, el clima, los mares, la lluvia, el paisaje y toda la Naturaleza que nos rodea, conforman lo que instituciones y burocracias de todo tipo han dado en llamar “servicios ambientales”, una mercancía más para transar en el mercado y por la que todos deberemos pagar, queramos o no.

El fuego, el sol… la energía

La idea alquímica de que el fuego es un elemento que actúa en el centro de toda cosa como factor de unificación y de fijación, fue recordada en su día por Gastón Bachelard (5). Quiero asociar fuego y sol como lo hicieron y hacen muchas culturas. Fuego y sol. El sol, fuente de energía. Somos energía solar. La vida es energía solar domesticada, dijo el maestro Augusto Ángel Maya (6), domesticada por el mismo sistema vivo. El sol limpia el agua en la evaporación y nos la devuelve en ese fantástico ciclo, fresca y libre. Y la maravillosa fotosíntesis que hace de la energía solar energía orgánica y alimento para otros seres, y así podemos construir para comprender la vida otro ciclo, otra cadena, la cadena trófica, la cadena alimenticia que permite comprender que así como somos parte del ciclo del agua, somos parte, solo una parte, una escala de la cadena alimenticia. El sol es la energía de los ciclos bio-geo-químicos, de los cuales somos parte orgánica. Esta aventura simbólica que somos como especie no puede desconocer la lucha de intereses y los conflictos sociales por el control de la energía, por el control del fuego, del agua, de la tierra y del aire. Pero como lo enseña Augusto, es al fin y al cabo una aventura simbólica de la especie, nuestra especie.

Hemos tomado el fuego y no nos hemos dado a él. Se queman nuestras alas. La combustión, lo combustible, los combustibles son energía fósil. Petróleo que se hace combustión en millones de motores, que se hace plástico, montañas de plástico, islas de plástico. Gases efecto invernadero, contaminación atmosférica, privatización del aire por contaminación. Contaminación de las aguas. Una matriz energética absurda. La tierra se estremece, se calienta, cambian los climas.

Las fuentes de energía en manos de la avidez y la miopía humanas, advertía Hans Jonas, pueden ser nefastas, como acontece hoy y está demostrado. Siempre nos habla de los límites naturales. De los umbrales críticos del riesgo. Y sueña con una ciencia nueva de las interdependencias, y eso es lo que requiere también el cambio radical que se impone: una ciencia de la incertidumbre, que no quiera conocerlo todo, que comprenda y sea la base de una nueva ética ambiental. Incertidumbre, cautela, inseguridad. Cambiar las metas, no crecer más. Controlar la población. Redistribuir la riqueza. Decrecer… Decrecer. Vivir más con menos.

Tierra…
La tierra, la matriz universal.

La tierra es una sola. Es un ecosistema de muchos ecosistemas. Comprendida así, sabremos por sentido común que un daño aquí repercute allá. Que la contaminación circula, se devuelve. Gustavo Wilches-Chaux, en entrevista reciente, da la bienvenida al cambio climático porque puede ser la posibilidad de entender “que perdimos la capacidad para convivir con las dinámicas del planeta, que no es inerte sino un ser vivo. No estamos preparados culturalmente para los cambios. En cierta forma yo le doy la bienvenida al cambio climático porque nos está obligando a tomar medidas que son urgentes, pero que tal vez no habríamos tomado si no existiera esa alerta global. Si mañana dijeran que no hay cambio climático sería muy grave, porque volveríamos a darles motosierra a los páramos sin arrepentirnos” (7).

El sistema de la vida ha sido pues intervenido por nuestra prepotencia tecnológica como especie, el Homo faber se impone al Homo sapiens, y la lucha por controlar el fuego, el aire, la tierra y el agua ha llevado a la guerra, a la crisis de la civilización humana. En los últimos decenios se han visto gobiernos que le entregan los preciosos territorios de Colombia a la megaminería, potencian el acaparamiento de la tierra y convocan a las maquiladoras para que ocupen indignamente a la gente del país convertida en mano de obra barata, dado que una élite política y empresarial tiene alianzas con Estados y corporaciones transnacionales. Cada vez se comprende mejor por qué la tragedia colombiana ha elevado a más de 6.000.000 las víctimas reconocidas y registradas en la base de datos oficial. El modelo extractivo se ha impuesto mediante la combinación del despojo con una legislación flexible, tanto laboral como ambiental, y si bien avanzan tímidamente leyes como la de restitución de tierras y la de reparación a las víctimas, no solucionan el proceso de acaparamiento de la tierra que ha desplazado y desterritorializado a más de 4.000.000 de colombianos y colombianas, robándoles de manera violenta aproximadamente 10.000.000 de hectáreas a los sectores campesinos.

Qué hacer

Nosotros hacemos de la ciencia la crítica de la ciencia. Nuestra palabra y acción se apoyan en la Ecología política y la lucha por la sustentabilidad ambiental.

Nos reconocemos en el ambientalismo como una crítica radical al modelo de desarrollo dominante que convoca a un replanteamiento raizal de la cultura. El ambientalismo es un movimiento social de nuevo tipo, basado en un paradigma que quizás es el más completo en su crítica al desarrollo moderno y el más holístico en su apuesta utópica. Parte de leer que el estilo de producción y de vida dominante ha puesto en cuestión la vida en el planeta, y que su sistema de tecnología y su sistema simbólico han establecido, desde un antropocentrismo todopoderoso, un estilo de producción y de consumo insostenible.

Con base en la ecología como sistema de comprensión de la lógica del territorio, podemos entender la disputa entre los seres y las cosas que conforman el mundo, y en éste el lugar que ocupa nuestra especie, dramático, trágico, pues ha generado cambios negativos e irreversibles que agreden la trama de la vida y hoy ponen en vilo la calidad de vida y el bienestar de miles de millones de personas. La ecología, esa ciencia del territorio, se ha transmutado en una ética, una estética y una política que nos permiten comprender las relaciones de poder y los intereses en disputa por los territorios y sus bienes naturales.

Los valores y principios en juego, las concepciones sobre la felicidad y el progreso, la noción de desarrollo, el presente y el futuro de la humanidad y de la vida misma del planeta Tierra, se expresan en este debate sobre la defensa de los bienes comunes y públicos, de los territorios y las culturas, de las economías campesinas y las luchas urbanas por el acceso a una vida digna. Estamos, sin duda, ante una crisis planetaria que se expresa dramáticamente en la situación del clima, la pérdida creciente e irreversible de la biodiversidad, el incremento en la pérdida de grandes cantidades de agua por su contaminación, la pobreza creciente, el hambre y las enfermedades. Todo ello manifiesta la crisis de una sociedad anclada a la explotación de los seres humanos por una lógica de acumulación de riquezas, a la dominación de las mujeres por una cultura y una ideología patriarcales, al racismo y a la dominación de la naturaleza. A partir de estos valores se construye la justificación de la guerra —otra expresión de la crisis de las sociedades humanas— y del modelo económico hegemónico que, a la par que genera exclusión y miseria, depreda ilimitadamente la naturaleza.

Esta crisis exige sin duda nuevos enfoques políticos, así como aplicar estrategias y tecnologías más apropiadas, pero sobre todo exige asumir con coherencia el nuevo paradigma de sustentabilidad ecológica y social. Esto precisa un nuevo enfoque ético y cultural basado en los principios de equidad intra e intergeneracional, e implica asumir el principio de responsabilidad con la radicalidad que requiere la amenaza global, pues solo así se puede enfrentar una situación como la que vivimos.

De otro lado, vivimos un reverdecimiento del capitalismo. Como lo plantea Fernando Mires, también al capitalismo le resulta útil el discurso ecológico. “Algo pasa. Una preocupación superior recorre el mundo, la preocupación por la gravedad de los problemas ecológicos… la crisis de la relación entre la sociedad la cultura y la naturaleza, de allí cierta moda ‘ecologista’. Así lo reconoce el segundo artículo del Atlas vacío legal internacional en torno a la responsabilidad de las empresas sobre el medio ambiente, intentos de lavado ecológico por parte de los lobbies industriales con fuerte apoyo de campañas publicitarias seudo-verdes: en medio de la esquizofrenia ambiental, el camino para salvar el planeta sigue siendo estrecho” (8).

La ecología política es la síntesis de una ética, una estética y una ideología que se fundamentan en la ecología como disciplina y en el conocimiento de la lógica del territorio. La ecología política concita a la solidaridad en la resolución de los problemas ambientales, invita a la coexistencia y la participación de todas y todos en su solución. Se basa en la mirada científica para hacer una crítica de la alianza entre ciencia, técnica y capitalismo, no parte de certezas, y reconoce la incertidumbre y que todas las decisiones sobre la vida son decisiones políticas que deben permitir la coexistencia equitativa desde una perspectiva integral y holística. El ejercicio de la responsabilidad es la característica de esta coexistencia que se basa en el respeto a la diversidad y la pluralidad. La ecología política es característica de la especie humana como enfoque teórico e ideológico que busca comprender el sentido de la vida humana inmersa en el mundo, y busca respetar la integridad ecológica de la trama de la vida.

Texto presentado en el 24 Festival Internacional de Poesía, el día 24 de julio de 2014 en el Museo Casa de la Memoria (Medellín) durante el Encuentro “Celebración de la Tierra. Defensa de La Tierra”, espacio compartido con Vito Apüshana (Colombia, Nación Wayuu) y Joy Harjo (Estados Unidos, Nación Muskogee).

Notas

(1) Hans Jonas. El principio de responsabilidad: ensayo de una ética para la civilización tecnológica. Barcelona: Editorial Herder, 1995.

(2) Ibídem.

(3) Javier Márquez. Hacia una ética del agua. En: Soluciones Agrarias, Nº 9-10. Ediciones desde abajo, 2008.

(4) Aire, no te vendas. EcoPortal.net. 3 de diciembre de 2004. En: http://www.ecoportal.net/Temas_Especiales/Economia/Aire_ No_Te_Vendas

(5) Sus estudios sobre psicología de los elementos, el agua, el aire, la tierra, en sus relaciones con la literatura son hoy clásicos: Psicoanálisis del fuego (1938), El agua y los sueños (1942), El aire y los sueños (1943), La tierra y la ensoñación de la voluntad (1948). Gastón Bachelard. En: http://es.wikipedia.org/wiki/Gaston_Bachelard

(6) Augusto Ángel Maya. El Reto de la Vida. Bogotá: Ecofondo, 1996.

(7) Bienvenido, cambio climático’: Gustavo Wilches-Chaux. Entrevista. 18 de septiembre de 2009. En: http://www.eltiempo.com/ archivo/documento/CMS-6147151

(8) Fernando Mires. Crítica de la razón científica. Caracas: Nueva Sociedad, 2002, p. 288.

*Artículo publicado en la Revista Agua Bien Común #2

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