El 26 de junio de 2020 a las 3 de la tarde tuvo lugar el segundo encuentro del ciclo de conversatorios virtuales “Conversando con el agua desde la ruralidad” organizado por la Red Nacional de Acueductos Comunitarios de Colombia y la Universidad del Cauca (ver primer encuentro: Agua, ruralidad y gestión comunitaria en tiempos de pandemia). En esta ocasión la conversación se hizo en torno al agua y al ordenamiento ambiental territorial desde una visión rural. El objetivo principal fue hacer visible el rol que tienen las organizaciones sociales y campesinas en la autogestión del agua desde el quehacer cotidiano y cómo estas acciones son las que construyen territorio, más allá de los planes de ordenamiento territorial y el desarrollo municipal.

Así pues, las preguntas orientadoras del evento giraron en torno al concepto de la tierra como bien común donde el agua se presenta, histórica y culturalmente, como un ser vivo que tiene derecho al territorio y que se dinamiza a través de la gestión comunitaria.
Fueron panelistas: Gabriel Urbano de la Corporación de Desarrollo Solidario, con experiencia en los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET) y la Mesa del Agua en Montes de María; Susana Correa y Marcela Bermúdez pertenecientes a la Corporación Penca de Sábila, con la experiencia del Distrito Rural Campesino de Medellín como figura de protección de la ruralidad en el Ordenamiento Territorial; Óscar Gregorio Rodríguez y Hugo Quiroga Tapia de la Red Regional de Acueductos Comunitarios Agua para la Vida, hablando de la incidencia en los Planes de Ordenamiento Territorial (POT) del departamento de Santander. Finalmente, como moderadores, Alexandra Gutiérrez quien es Asesora de la Red de Acueductos Comunitarios de Boyacá y Juan Pablo Paz Concha, profesor de la Universidad del Cauca.
Encuentre aquí la transmisión del evento que se realizó en vivo por el canal de Youtube de la Universidad del Cauca: ‘Conversatorio Agua y ordenamiento ambiental territorial’

Es los solsticios de invierno y de verano muchas culturas celebran alrededor del mundo. Es tiempo del INTI RAYMI, homenaje al sol en la noche más larga del año, es tiempo del WILKA KUTI, la vuelta del sol en AIMARA y para el pueblo Mapuche el WE TRIPANTU. Invertidos los solsticios, muestran en su manera de celebrarse, los sincretismos que la globalización colonialista y la resistencia cultural a ella, que hace más de 500 años impuso a las Américas. El fuego arde en hogueras desde tiempos de los celtas y los romanos. La vuelta del sol, su cercanía, pues el siempre está allí, dándonos la energía que garantiza los ciclos de la vida en el planeta, es una celebración, una fiesta de la humanidad. La iglesia católica situó allí el nacimiento de Jesús, superponiendo esta fiesta de natividad a la del SOL INVICTUS, el sol victorioso. Tiempo de cercanía del sol y de renacimiento, tiempo de inventarios y nuevos propósitos. Un ciclo.
Un año convulso ha sido este para nuestro país. Un año marcado por el proceso que ha conducido a los acuerdos de paz. Para lograrlo fue elegido el presidente Santos, de otra manera no hubiese sido posible y hasta necesaria su reelección. El voto de opinión, el voto que decide programáticamente, el voto comprometido e informado, se fue a su reelección haciendo de tripas corazón. Y bueno es su resultado a pesar de las zancadillas y la trapisonda de quienes se oponen a una paz negociada. El nobel de paz es una especie de cierre de esta compleja etapa y lo vemos más que un premio a la individualidad del presidente, un reconocimiento al proceso vivido en Colombia, a las víctimas que se han hecho centro del proceso de acuerdo, a la fuerza guerrillera de las FARC-EP que supo mantener la calma y el compromiso con los acuerdos a pesar la agresividad de sus detractores. Qué claridad la que han expresado en el objetivo de convertir la guerrillerada en una nueva fuerza política que asume el reto de aportar a la construcción de democracia en Colombia. Democracia entendida como la comprendió Estanislao Zuleta:
Debemos tener en cuenta que la democracia es un término que se emplea con mucha soltura. Se puede decir, por ejemplo, de un país, que tiene una gran democracia, porque sus leyes permiten, no prohíben la oposición, la libre expresión, la organización política de los opositores, la libre elección de los gobernantes, etc.; pero eso es una democracia en un sentido muy restringido. Ese tipo de democracia me parece necesaria, pero es restringida; no se trata de que no sea valiosa o que deba ser abolida por un totalitarismo. Pero hay otra democracia que ya no piensa solo en los derechos sino en la a participación real de la gente en aquellas cosas que afectan su vida; una democracia no solamente política, sino más real. Este concepto de democracia no tiene solamente en cuenta lo que está permitido o prohibido, sino lo que es posible; es una democracia donde existen posibilidades reales.
El maestro Zuleta nos habla de una democracia posible, de una democracia participativa, de una democracia genuina en la que toda la nación, su pueblo, decida su presente y su futuro. Y en sus palabras siempre nos invitó, nos invita a pensar con autonomía, a educarnos en una cultura política informada, crítica, propositiva. En un diálogo con Aida Calero, publicado en Conversaciones con Estanislao Zuleta, sobre el contexto de negociación durante el gobierno de Belisario Betancurt y describiendo a este personaje suis generis de nuestra historia política que fue pionero, tal vez el pionero de este acuerdo de paz, premonitoriamente Zuleta decía también que:
No nos engañemos en cuanto a Colombia. En nuestro país hay libertad de todo; todo el mundo puede opinar lo que quiera, por ejemplo, pero preguntémonos: ¿Qué puede opinar una población que no puede entender el proceso que vive la nación? Porque para opinar se necesita un mínimo de formación. Una nueva organización democrática no puede ser, por lo tanto solamente política, un partido para votar. Claro que se vota, y dos o diez candidatos exponen sus programas, pero lo hacen a una población ignorante.
Y describe así el primer reto de esta época que estará signada por la aplicación de los acuerdos. Su despliegue, su implementación en medio de un campo minado si se puede aplicar la metáfora a lo que ya vimos en la campaña pasada para refrendar los acuerdos y en el envalentonamiento de sectores que recordaron los aciagos tiempos de Laureano Gómez, que saboteó los acuerdos en aquella con idénticos argumentos. Da tristeza ver cómo se obstaculiza un acuerdo que puede permitir una sociedad reconciliada consigo misma y su entorno. Una sociedad que pueda pasar la hoja de la horrenda violencia y poder discutir asuntos vitales como la defensa de la economía, la cultura y el territorio rural campesino que en el primer punto de los acuerdos permitirá un desarrollo en su aplicación. Ni siquiera estamos hablando de una reforma agraria integral, que no se logra con el llamado desarrollo rural integral, pero sí abre el escenario para las reivindicaciones campesinas, agrarias, que pasan por el reconocimiento de la comunidad campesina y sus derechos a la cultura, la tierra y el territorio. A la legalización de la propiedad sobre la tierra garantizando la propiedad compartida por hombres y mujeres. Es urgente aplicar figuras jurídicas de protección como las zonas de reserva campesina, el Distrito Rural Campesino de Medellín y otras figuras de conservación con la gente y de incentivos a la agricultura familiar campesina.
Que la agenda de país se vuelque a la discusión del llamado modelo de desarrollo, a los problemas que generan graves y dramáticos conflictos ambientales y sociales que desplazan gente de los territorios, que rompen las culturas indígenas, campesinas y negras y generan ciudades invivibles, insustentables.
Cuando decimos que la paz es territorial y la democracia debe ser real, estamos hablando de cómo vivir mejor y es imposible vivir mejor sin agua de calidad, ese mismo Congreso que ha refrendado el acuerdo y debe legislar en esta dirección, acaba de negar por segunda vez el derecho humano al agua, que de alguna manera está implícitamente incluido en el bloque de constitucionalidad pero que merece lugar destacado en nuestra carta constitucional. De nuevo con leguleyadas, ha sido denegado este derecho y la política de privatización de las fuentes y el servicio público de agua y saneamiento avanza erosionando la autonomía municipal y despojando a las comunidades del derecho a la autogestión del agua, histórica garantía del acceso y suministro de agua en la ruralidad colombiana y los barrios populares de nuestras ciudades.
También en estos días escuchamos las palabras ideología de género en boca de quienes lideraron la oposición a los acuerdos y su refrendación el 2 de octubre. Quieren con ella denostar la inclusión de los derechos asociados con las libertades y las diversidades sexuales. Y lograron las iglesias cristianas y la católica, sin que hubiese una relación directa y sin que estuviesen allí incorporadas medidas nuevas, “limpiar” el texto de esta ideología. Limpiar es un verbo que se usa también para justificar la acción criminal contra la gente que delinque en los barrios y veredas y lo que es más grave, contra lo distinto, lo diferente y allí la gente de orientación sexual distinta a lo heteronormativo, es víctima, es objetivo. Es decir todo lo planteado en estos acuerdos de paz está ya legislado, está incluido en nuestro ordenamiento jurídico de manera directa, por la jurisprudencia y por el bloque de constitucionalidad. Pero se dieron el lujo de hacer limpieza. Qué macabro, han caído asesinadas personas de la llamada población LGTBI, muchas mujeres y el indignante caso de la niña yanacona Yuliana que nos tiene consternados pensando en las miles de Yulianas. Por eso compartimos la preocupación de Antonio Caballero cuando en su reciente columna advierte sobre lo que llama la nueva matazón que de manera trágica repite la muerte selectiva de personas defensoras del ambiente, los territorios, los derechos y también vinculadas con movimientos sociales y políticos como la Marcha Patriótica, la UP, el Congreso de los Pueblos.
En su conferencia de abril de 2015 Brigitte Baptiste, en la cátedra Héctor Abad Gómez de la Universidad de Antioquia expresó a modo de pregunta:
¿En dónde quedan en todo este discurso, en toda esta evolución de los sistemas complejos, la mujer, el hombre, lo femenino, lo masculino? A mi manera de ver quedan exclusivamente en el terreno de la creatividad artística y en el sentido del disfrute. Ya no es necesario delimitar la condición de sexo o de género de nada ni de nadie, a menos que la usemos para gozarla. De resto se convierte en un atributo de discriminación y de abuso de poder, autoritario, y por tanto inaceptable. Por ello la verdadera liberación a la que estamos aferrados en este momento es asumir nuestras masculinidades o feminidades como construcciones deliberadas, ricas, llenas de sentidos, con las cuales nos sintamos satisfechas o satisfechos.
Y más adelante señala “No hay realmente ningún contenido moral en la definición de las sexualidades, salvo que atenten contra la voluntad y el bienestar de terceros; esa sería la regla ética”. Es una respuesta clara a las falacias de la ideología de género tan usadas para desinformar y atemorizar a la gente.
Esta mezcla de asuntos morales, religiosos y políticos es nefasta para una cultura democrática que hoy tiene sentidos estéticos, éticos renovados, pues la democracia intensa es respeto a las diversidades, reconocimiento a los derechos de la naturaleza, justicia ambiental, social y de género. Es imposible la paz en democracia sin el reencuentro con nuestra historia y nuestra memoria, con el reconocimiento de las devastadoras consecuencias de la guerra contra las personas, las familias, las comunidades, el territorio y los bienes comunes y públicos naturales y sociales. Renovamos nuestros compromisos con la construcción de un país en paz, sustentable, democrático y justo. Les deseamos un renacimiento en familia y comunidad que permita la renovación de propósitos y vínculos en la construcción de una democracia posible para nuestra sociedad. Felices fiestas y feliz año nuevo.

La frase aquella, repetida ene mil veces del olvido del campo colombiano, tiene relación con la problemática central de Colombia, con esa imposibilidad de ser un pueblo, una nación, un país, una república, inclusive podríamos hasta poner aquí la palabra patria, ser una patria. Un territorio gobernado incluyendo a toda su población, con un estado garante de los derechos, un estado que fuese realmente facilitador de la convivencia, la equidad, la paz, la democracia, las libertades. Pero no es así, el olvido del campo es la expresión más clara de un proyecto de país que no cuaja, de una sociedad que no pacta, de una perpetua confrontación que tiene de fondo histórico la acumulación violenta de tierras.
Desde el choque violento que significó el mal llamado descubrimiento de América, pasando por la colonia, la guerra de independencia tuvo este telón de fondo, el control de la tierra, de las riquezas naturales. No se consolida una república moderna, así fuese un momento propicio para materializar las ideas de la revolución francesa: la libertad, la igualdad, la fraternidad, inspiradoras para los revolucionarios independentistas. Pudo más el choque de intereses, que no se tramita democráticamente entre latifundistas conservadores y artesanos y comerciantes progresistas.
Siempre hemos vivido esa paradoja entre el discurso y la praxis, paradoja siempre presente en la vida política y social de Colombia. Tampoco cuajó la república liberal y poco eco tuvo el populismo, que fue una caricatura y menos una alternativa socialista y nunca, prácticamente nunca hemos vivido una democracia real, destellos democráticos. Siempre de fondo el control de las tierras, el destierro de aborígenes y comunidades campesinas, el arrasador despojo. Nunca una independencia real, siempre hemos vivido en un marco de dependencia, del imperio español, de Inglaterra, de Estados Unidos, y hoy de las corporaciones privadas transnacionales que han capturado la independencia de las instituciones del gobierno mundial, la ONU misma, y los estados de cada país. Hoy los TLC son la manera de controlar nuestro desarrollo propio, la autonomía económica, la soberanía sobre nuestro territorio y sus riquezas.
La dependencia, el despojo de los territorios, el narcotráfico como negocio que financia la guerra, enriquece locamente y corrompe la vida social y las instituciones, son el trasfondo de una negociación con las guerrillas que parece que llegará a acuerdos, que de lograrse permitirá expresar y concertar en un ambiente más democrático las propuestas.
Y hoy con énfasis especial, cuando se discute la actualización de los Planes de Ordenamiento Territorial, decimos que es posible vivir distinto, que es urgente y necesario respetar nuestras comunidades y sus culturas, preservar la base natural, respetar el agua como bien común y derecho humano, y garantizar nuestra soberanía alimentaria. En todos los municipios debemos hacer respetar el territorio campesino, la vida y la economía campesina y reivindicar sus derechos.
Respaldamos por esta razón los paros agrarios y sus propuestas, todas relacionadas con el respeto a la ruralidad, a la agricultura familiar, a la minería ancestral y al respeto por sus economías tejidas alrededor del café, la papa, el arroz, la caña, la panela, la cebolla, el maíz y la leche. Paros que rechazan las leyes y normas que privatizan bienes comunes como las semillas y especies propias, el agua y los territorios e ilegalizan las actividades productivas sustento de estas comunidades.
Corporación Ecológica y Cultural Penca de Sábila
Agosto, 2013.