Desde sus 14 años de edad, el trabajo con la comunidad y el ambiente son el centro del proyecto de vida de Vanesa Sierra Giraldo. Cuando se organizó con sus amigos en un grupo juvenil para conseguir que hubiera Internet en su vereda, San José de la Montaña en el Corregimiento de San Cristóbal, dio el primer paso en el sendero que la llevaría a la Sociología como carrera universitaria y a su pasión por los temas ambientales como herramienta para vencer la timidez y construir un discurso lleno de coherencia y propósitos.
La Corporación Penca de Sábila y su enfoque aparecieron temprano. A partir de la experiencia con el grupo juvenil se vinculó a jornadas ambientales que la llevaron a visitar casa por casa a sus vecinos. Jornadas que, junto a sus amigos, combinaban con el reciclaje que les daba recursos para otras labores como integrantes de la Red Ambiental Juvenil y Cultural Intercorregimental (REDAJIC). Su trabajo, desde entonces, incluye reforestación, limpieza de quebradas, soberanía alimentaria rural, reciclaje de botellas plásticas para utilizarlas como ecoladrillos. Con alegría cuenta que la mueve la convicción de que hace algo importante al sensibilizar a otras personas sobre los temas vitales que descubre en su camino.
“Lo que te da la academia no es igual a lo que te da la calle”, dice mientras cuenta cómo se ha ocupado de estar pendiente de ofertas académicas, participar en mesas y seminarios, recoger información para alimentar su visión sobre su entorno. Se inclinó inicialmente por la Ingeniería Ambiental, pero luego descubrió que el enfoque que le daría la Sociología estaba mejor alineado con sus intereses: la crisis campesina, las semillas, la tenencia de tierras, los transgénicos. Intereses todos que tocan su vida familiar. Confiesa que se siente suertuda por poder articular la academia con los procesos en que participa.
Pronto llegó el reconocimiento a su trabajo. Recuerda que se inscribió, a última hora y con escepticismo, en la convocatoria del Concurso Mujeres Jóvenes Talento que organiza la Alcaldía de Medellín. Allí vería recompensado su proceso. Su interés puesto en acción por la soberanía alimentaria y el agua como derecho humano fundamental fue la credencial para merecer el premio de la naciente categoría Ambiental de dicho concurso para el año 2013. Vanesa asegura que “lo ambiental es un estilo de vida”. Después de ello decidió comprarse una moto con el dinero del premio para poder movilizarse y seguir viviendo en el campo.
Su relación con la tierra se apoya en la búsqueda de independencia y coherencia. “Si estás diciéndole a los jóvenes que no se vayan del campo, vos no te podés ir del campo”, dice con énfasis al contar que su proyecto cercano es construir una casa en la parcela que le dio su padre. Allí tiene su huerta, sus dos perros y sus dos gatos. Allí planea vivir y seguir cultivando con la aplicación de sus aprendizajes.
Sin embargo, “a mi papá no lo he podido convencer”, dice con una sonrisa y un suspiro. Sabe que pasar a la Universidad y ganar el Concurso Mujeres Talento han sido motivos de orgullo para ellos, pero aún así no ha logrado influir en las prácticas de su padre a la hora de cultivar. “Ahora cambié de estrategia. Prefiero mostrarle haciendo”. Cuenta de su huerta personal, y de cómo la última cosecha le sirvió de ejemplo: sembró papa, vendió su cosecha a ColyFlor, recibió un precio justo y además recogieron el producto en la puerta de su casa. Así ha aprendido que deben ser las cosas esta hija de un hogar tradicional de la ruralidad de Medellín en cabeza de Luis Carlos Sierra y Luz Estela Giraldo .
La importancia de la diversidad dice que la entendió en el período en que trabajó dos años y medio con la Corporación Penca de Sábila. “Penca cambia vidas”, manifiesta sin titubeos al relatar como en este tiempo tuvo que aprender a asumir responsabilidades y a tener perspectiva crítica. Hoy, desde su trabajo con los clubes juveniles de la ciudad, sigue pensando en cómo vincular a nuevos procesos la REDAJIC, la casa de su proceso personal y colectivo. Vanesa afirma su compromiso con la tierra y su gente a través de sus acciones. Ella es otro ejemplo de lo que da sustento a nuestra Corporación.
Extra:
Conoce a Vanesa Sierra Giraldo a través de su testimonio, junto a otros dos jóvenes de la REDAJIC, Sergio Reinoso y Luisa Fernanda Londoño:
William Álvarez es padre de Daniela, estudiante de Gestión Comercial y actual administrador de la Tienda Col y Flor, cargo al que ha llegado en medio de un proceso surgido en su infancia y su incursión en procesos ambientalistas en la Vereda San José de la Montaña en el Corregimiento San Cristóbal de Medellín.
Desde los 8 años de edad vive entre cartillas, huertas y procesos ambientalistas, lo que hoy reconoce como el detonante del compromiso social que ha sido la base de su trabajo. Grupos juveniles, ambientales, semilleros, acción comunal y hoy Col y Flor, han sido taller y escuela para este hombre de 36 años que anuncia sus planes en forma de promesa para sí: “aunque tenga cincuenta años voy a estudiar antropología”, dice.
Recuerda como un momento clave en su vida el tiempo en que participó en la reforestación de La Laguna, un sector de su vereda cuyo dueño quería convertir en terreno de pastoreo. Allí, al observar el movimiento juvenil activo, pudo identificarse con lo que hoy sigue siendo para él uno de sus mayores aprendizajes: todo debe ser cuestionado. “Ver gente tan animada haciendo cosas fue la semilla para lo que hago hoy”, cuenta satisfecho.
La historia de William está ligada a la historia de la Tienda Col y Flor desde su creación. Empezó trabajando con la Asociación Campesina Agroecológica de la región de Boquerón (ACAB) en labores de telemercadeo y distribución, desde antes de su conformación legal. Hoy es el administrador de la Tienda después de compartir con diversos administradores de quienes cuenta haber aprendido sus específicos talentos, tanto en lo administrativo, como en lo social y en las nociones de comercio justo que orientan su trabajo. Cuenta, además, sobre su convicción de que “el mayor valor agregado es lo intangible, muchas veces más importante que el punto de equilibrio”, mientras resalta la importancia de pensar en colectivo y ser coherentes, no solo en términos de agroecología.
Atribuye la consolidación del proyecto al apoyo de la Corporación Penca de Sábila y a un trabajo continuo que privilegia las necesidades de las personas sobre los resultados financieros. Enfatiza en que Col y Flor es ante todo una empresa, pero deja claros sus objetivos con toda convicción: “yo estoy en el proceso porque es un proyecto de vida, porque es mejor trabajar queriendo lo que se hace. Trabajar solo por el dinero no es rico”.
“La tierra me encanta. Desde pequeño empecé a verla desde otro punto de vista. No solo como el lugar donde se trabaja mucho, hay que acostarse temprano y ganar poquito, sino que me entregó otra visión sobre la vida: aprendí a cultivar la tierra, no solo extraer, sino también a devolverle. Aprendí que en la medida en que se equilibre esa relación, la tierra nos va a dar más”, apunta mientras relata anécdotas de su infancia en Boquerón.
William Álvarez se confiesa soñador. Aprendió a hacerle preguntas al mundo y a proponer respuestas posibles a través de la mirada de la vida en comunidad y la búsqueda del equilibrio con el ambiente. Relata los hechos destacados de su vida haciendo énfasis en la constancia; constancia que reconoce en el trabajo de la Corporación Penca de Sábila y las personas que la componen: “Penca es mi escuela. Su trabajo de permanencia le ha dado otras perspectivas y nociones a múltiples procesos en la ciudad. Los admiro y los respeto por la capacidad y la tenacidad que han tenido para afrontar esta ciudad y todos los retos, que han sido muchísimos. No desvían su pensamiento al encontrarse una barrera”.
La Corporación Ecológica y Cultural Penca de Sábila y la Asociación Campesina Agroecológica de la región de Boquerón (ACAB) crearon a Colyflor, tienda de comercio justo, para potenciar la comercialización alternativa de las organizaciones y familias campesinas.La tienda Colyflor comercializa productos sanos, naturales y de producción agroecológica, orgánica y tradicional campesina, alimentos producidos sin agrotóxicos. Es una iniciativa que busca la permanencia de las tradiciones culturales campesinas y promueve acciones para la defensa de la soberanía, la seguridad y la autonomía alimentaria desde la perspectiva de la comercialización con un enfoque de comercio justo.
Sandra Galeano recorre San Cristóbal, corregimiento de Medellín, con una sonrisa como escudo ante la adversidad. Desde su vereda La Ilusión, acude hace cuatro años a citas periódicas con otras mujeres que buscan capacitarse como promotoras de género en un proceso liderado por la Corporación Penca de Sábila. Cuatro años que le han enseñado que ‘preguntando se va a Roma’, como afirma mientras recuerda los éxitos que ha obtenido en su corta carrera como líder comunitaria.
En este nuevo rol que la vida le puso por delante, su mayor logro está representado en el camino que hoy permite que los niños de su vereda se trasladen sin inconvenientes hasta la escuela. De parte de su hijo, Daniel Esteban, de diez años de edad, recibe la admiración que también obtiene de sus vecinos y que, según sus palabras, es el mayor regalo que pueda obtener.
Ser promotora de género ha cambiado su vida de manera radical. Sandra afirma que el proceso las ha acercado al empoderamiento a ella y a sus compañeras. Lejos están hoy de ser esas mujeres sumisas que se espera que sean las mujeres del campo, dice. Hoy tienen la convicción necesaria para luchar por sus causas. Aunque haya momentos de flaqueza, donde las críticas y la obstrucción a su labor intenten detenerla, echa mano de su recursividad para respaldar esa idea de no permitir que te digan que no se puede, y por el contrario intentar por todas las vías posibles.
Sandra se asume como una mujer de aspiraciones renovadas. Relata con emoción un viaje reciente al municipio de Urrao. Cuenta que cuando vio el letrero que decía “Casa de la mujer”, creyó posible la réplica de este proyecto en su comunidad. Y así mismo, con cada conversación con sus vecinos, con cada necesidad identificada, nace en ella el ánimo de ayudar a concretar acciones por el beneficio de todos.
Cuenta, además, que ha podido identificarse plenamente con muchas otras mujeres de diversas procedencias. De las personas que han impartido las capacitaciones a las que ha asistido, dice que lo más importante es el carisma y la disposición con que asumen su tarea. Parecen del campo, agrega.
Hoy, la experiencia y los resultados efectivos afirman su proceso de empoderamiento. Mientras lleva su vida regular de ama de casa, madre y esposa, Sandra está más segura que nunca que antes que todo es mujer: vibrante, afectiva, responsable y capaz.
En 1995, Héctor Guerra fue uno de los primeros campesinos del Corregimiento de San Cristóbal (Medellín) que decidió iniciar los procesos de reconversión agroecológica en su predio, acompañado por la Corporación. Es así como, desde su finca en la Vereda Boquerón, le apostó a un modelo distinto, rompió con la agricultura basada en químicos sintéticos. Su tierra fue un predio experimental, un lugar para demostrar que sí es posible cultivar agroecológicamente. Después de su fallecimiento, su hija Marta Guerra continúa con el cuidado de la finca, siendo un gran ejemplo para otras familias campesinas, con alrededor de 94 especies diferentes (entre hortalizas, plantas y flores).
Video Soy natural, Penca de Sábila con testimonio de Marta Guerra.