Manifiesto 8 de marzo
En conmemoración del “día internacional por los derechos de las mujeres”
¡Exigimos una vida libre de violencias!

Hoy, 8 de marzo de 2024, nos tomamos las calles porque la ciudad también es nuestra, para conmemorar el camino de aquellas mujeres que antecedieron nuestra lucha feminista, reconocer la fuerza y celebrar la voz de las que hoy continuamos en la búsqueda por una vida digna ¡Resistimos! con la convicción de que juntas avanzamos.

Abogamos porque se reconozcan los avances que en materia de legislación y políticas garanticen el posicionamiento de nuestras propuestas en escenarios de poder y para ello, seguimos exigiendo el derecho a ser parte de la sociedad de forma igualitaria, el efectivo reconocimiento y materialización de nuestros derechos y ciudadanía, y la transformación de nuestros modos de vida con condiciones para el logro de la igualdad, el desarrollo y la construcción de paz. Hoy nos vestimos con pañuelos morados y verdes, reconociendo y celebrando los esfuerzos y las reivindicaciones logradas en las luchas feministas. Que resuenen nuestras voces en un grito vibrante porque ¡VIVAS NOS QUEREMOS!

Insistimos en cuestionar las formas organizativas y estructuras de pensamiento que sostienen, reproducen y recrudecen las violencias contra las mujeres, los cuerpos femeninos y feminizados. ¡Alerta! Declaramos juntas y en las calles una denuncia pública por las desapariciones y los feminicidios como formas extremas de violencias ejercidas y normalizadas en una sociedad que oprime y desprecia a las mujeres.

Según datos del Observatorio Feminicidios Colombia, en el año 2023 fueron 525 las mujeres víctimas de esta forma de violencia, es decir, casi a diario más de una mujer fue asesinada, de los cuales 95 ocurrieron en Antioquia, siendo de esta manera el departamento más violento contra las mujeres, 53 ocurrieron en el Valle de Aburrá y 29 en la ciudad de Medellín. Tan solo en enero del 2024 se registraron 64 feminicidios en Colombia, un aumento del 33% en comparación con enero del año anterior, de los cuales 8 sucedieron en Antioquia. Estas cifras no expresan en totalidad la magnitud de esta violencia, pero si dan cuenta del riesgo en el que vivimos las mujeres.

También denunciamos la sevicia asociada al feminicidio y la práctica de exposición pública de los cuerpos, entendida como un mensaje contundente del poder patriarcal para la dominación de las mujeres y el establecimiento del “orden social”, lo que nos lleva a declaramos en EMERGENCIA NACIONAL por violencias basadas en género.

Constatamos que son pocos los cambios favorables para la vida de las mujeres, el desarrollo democrático de nuestra sociedad y la protección de los bienes naturales comunes que son patrimonio de la vida. El patriarcado sigue enquistado en ideas y prácticas sociales, el capitalismo no cesa en su ruta de alienación y explotación de muchos seres humanos y de la naturaleza. A esto se suma el dominio de unas élites que alimentadas por la codicia han exacerbado la misoginia, la homofobia, el racismo, la xenofobia y el desprecio por la vida y su asombrosa diversidad.

Por todo ello, nos reivindicamos dueñas de nuestros propios cuerpos, reclamamos y defendemos nuestra autonomía en las maneras de habitar el espacio privado y de manera especial el público donde suceden la mayoría de los feminicidios (52%); exigimos que el estado y la institucionalidad pública cumplan los compromisos establecidos a través de los tratados nacionales e internacionales ratificados por Colombia en materia de garantías para el ejercicio de una vida libre de violencias, haciendo uso de las herramientas políticas, económicas y sociales necesarias para prevenir, atender, judicializar y erradicar las violencias garantizando protección y justicia, por ello, instamos a la corte suprema de justicia para que designe la nueva fiscal general. Finalmente, hacemos un llamado a la sociedad para que desde lo individual, familiar y comunitario se rompa el pacto patriarcal que sostiene y reproduce la violencia que nos vulnera, discrimina, excluye y desaparece.

¡Nosotras seguiremos organizadas y en movilización para generar los cambios necesarios en la construcción del mundo en el que queremos y merecemos vivir!

Medellín, 9 de mayo de 2021

Hoy, cuando Colombia se moviliza por la justicia y la dignidad de tantas y tantos que durante años han vivido las condiciones de desigualdad profunda, económica, social y política, nos unimos en apoyo al Paro nacional. Las comunidades campesinas, las juventudes y las mujeres nos movilizamos por el derecho a defender nuestros derechos, por el derecho al territorio, la paz y a la vida digna en justicia y democracia.

Esta lucha nuestra viene de antes, viene de los que fueron y somos por ellas, por ellos. Es resistencia creativa y es la respuesta de nuestro pueblo, de nuestros pueblos, a años de opresión, de represión y del despojo de nuestros bienes comunes y la explotación en todas sus formas. Desde el 28 de abril la diversidad de los movimientos sociales de Colombia volvió masivamente a las calles para expresar con alegría su resistencia a esta catástrofe.

Rechazamos las formas de violencia empleadas por el gobierno y de especial manera la represión militar y policial en las calles, que atentan contra la vida de quienes han puesto su mente y cuerpo por el bien común desde el arte y la creatividad.  Resaltamos como urgencias la garantía de los derechos a la protesta, la libre expresión, la movilización. La plena vigencia de la carta constitucional, la actuación en democracia.

Sabemos que este modelo tiene que cambiar y que los cambios estructurales demandan resistencia, participación política, cambios profundos en el gobierno y en el Estado.  Nuestro compromiso y trabajo es una contribución al cambio y a ese sueño de una Colombia sustentable, soberana, pacífica, democrática.

Comunicado Paro NacionalDescarga

Mientras la ciudad está confinada, el campo no para de trabajar.

Ya en medios de comunicación aparecieron los campesinos y campesinas de Medellín, ya el municipio ha tenido que reconocer la existencia de las pequeñas parcelas y fincas campesinas del Distrito Rural Campesino que surten ventas ambulantes, las tiendas, los supermercados, la minorista, la mayorista y hasta la plaza de Urabá. Si se hacen las cuentas de los medios de comunicación: Santa Elena pasa de 320 familias campesinas, más de 600 floricultores de Santa Elena y San Cristóbal, y tan solo 200 personas de mercados campesinos, aquí mal contadas van 1.120 familias campesinas, faltan más de 6.000 personas que viven en San Sebastián de Palmitas y las más de 8.000 familias campesinas de San Cristóbal, Altavista y San Antonio de Prado.

Son pequeñas parcelas de menos de 1 hectárea que producen alimentos y que no están en las cuentas municipales. Sin precedentes en América Latina hace más de 30 años que la población campesina y la de corregimientos no ha sido censada, quizá por eso el anteproyecto del Plan de Desarrollo de Medellín tan solo consideró el 0,23 % de todo el presupuesto para corregimientos y desarrollo rural sostenible.

La pandemia está dejando al descubierto las debilidades del sistema y en medio de la crisis se evidencia la necesidad y el estado de abandono del campo, la inequidad social, territorial y de género. El 70% del territorio de Medellín es rural y se encuentra dividido en cinco corregimientos, donde habitan aproximadamente 12.000 familias campesinas, muchas de ellas desprotegidas, que producen alimentos de buena calidad, kilómetro cero, con disponibilidad inmediata y que le aportan a la sostenibilidad y al patrimonio cultural de Medellín.

Si bien la Alcaldía implementó la plataforma “Compra Local”, es desconcertante ver gente sufriendo de hambre al tiempo que en las veredas se botan alimentos. En diferentes zonas urbanas y rurales hay muchas personas que, con banderas y camisetas rojas, claman por ayudas al no tener comida, lo que evidencia que no existe una red de comercialización que les permita a campesinos y campesinas vender la producción. La falta de ingresos les genera dificultades para abastecerse de otros alimentos que complementan su canasta básica familiar, como lo dice una campesina y pequeña productora “con solo cebolla no se hace una sopa”.

Según un rastreo que hemos realizado con la comunidad campesina, a través de una red de apoyo de 150 personas de 48 veredas, se ha confirmado que en medio de esta pandemia no hay encadenamientos directos entre producción y consumo y por eso se pierde la producción de las pequeñas parcelas. La Alcaldía y los mayoristas están comprando a grandes y medianos productores y a los pequeños solo les están comprando cebolla y cilantro; hay familias en cuarentena con hambre porque la medida de pico y cédula no es apta para las personas de la ruralidad, los adultos mayores son la población más afectada en esta emergencia debido al inexistente sistema de salud en las veredas. La falta de un censo real y los errores en las bases de datos han beneficiado a personas que no necesitan las ayudas y excluyen a quienes las requieren, los estudiantes temen perder sus cursos y semestres por la limitada conexión a internet, además, la falta de acceso a la conectividad virtual y la falta de información, hace que muchas de las familias campesinas no puedan inscribirse en los subsidios que ofrece el gobierno.

Hacemos un llamado de alerta a la Administración Municipal para que reconsidere la forma de atención a la ruralidad campesina, desarrollar el “software de la montaña” para conectar la ruralidad y actuar con inteligencia de sostenibilidad; comprar a pequeñas parcelas para alimentar a quienes tienen hambre en la ciudad y así brindar doble beneficio: aliviar el hambre en la ciudad al tiempo que se brinda alimentación complementaria a fincas campesinas; es decir encadenar solidariamente los alimentos de Medellín y mitigar el impacto económico de estas poblaciones vulnerables.

21 de abril de 2020.

Hoy 22 de marzo en el marco del Día Mundial del Agua, reafirmamos nuestra defensa del agua como bien común y retomamos nuestra Ley Propia “por medio de la cual se consagran los derechos a la autogestión comunitaria del agua, su acceso individual y colectivo, se regulan las actividades desarrolladas por las comunidades organizadas, y se dictan otras disposiciones”.

Reconocemos a las más de 12 mil organizaciones conocidas como acueductos comunitarios que día a día garantizan el derecho humano al agua en sus territorios.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El pasado 28 de abril de 2018, tuvimos la oportunidad de volvernos a reunir en un espacio que convoca desde el año 2013 a las comunidades campesinas que habitan los corregimientos de la ciudad de Medellín y los municipios pertenecientes al Valle de Aburrá, la Asamblea Campesina del Valle de Aburrá, que en su séptima versión permitió la articulación y el intercambio de experiencias vividas y sentidas en los territorios, logrando visibilizar cómo desde los diferentes procesos que se tienen con comunidades se han alcanzado avances significativos desde el accionar continuo, lo que ha permitido ir tejiendo relaciones fuertes con los territorios y del mismo modo, la exigencia de derechos que posibiliten una vida digna.

Se rechazó la ausencia de un Estado que ha negado la existencia de campesinos y campesinas en la ciudad de Medellín, y que a pesar de los logros que se han obtenido a través de la movilización social, política y comunitaria, se siguen manteniendo en un estado de vulnerabilidad constante, que pone en peligro su existencia. Uno de estos logros, es la inclusión dentro del Plan de Ordenamiento Territorial la figura de gestión y de ordenamiento territorial “Distrito Rural Campesino”, que va para su segunda fase “formulación participativa”, pese a que la primera fase de diagnóstico participativo no cumplió con las expectativas, puesto que no hubo una real participación por parte de las comunidades campesinas.

Por tanto, se abordaron temas que giraron en torno a la implementación de la figura de Distrito Rural Campesino, en la cual pensamos, deben estar incluidas todas aquellas propuestas que las comunidades campesinas han venido discutiendo desde mucho tiempo atrás y que permitirán conservar y mejorar la calidad de vida de todos y todas, para que se convierta en una oportunidad que pueda brindar soluciones. Entre éstas, la garantía plena de derechos que permitan permanecer en el campo, el acceso a la tierra, la protección de la economía y la vida campesina, y la protección y conservación del territorio con gente.

Durante la Asamblea los y las compañeras del norte del Valle de Aburrá nos compartieron el pronunciamiento que realizaron en los días pasados en el “2° Foro por el agua y los territorios rurales campesinos”, exhortando a los gobiernos municipales del norte del Valle y del resto de los municipios a adelantar acciones para proteger la vida campesina y el agua, acogiendo las Agendas ciudadanas que se han construido.

Finalmente, llevamos la Asamblea a las calles del centro de Medellín con el objetivo de exigir a una ciudad que ha excluido y no ha reconocido, ni escuchado la voz de sus comunidades campesinas. Comunidad campesinas y organizaciones sociales realizamos un recorrido desde la Universidad de Antioquia hasta el Parque Berrío.

 

Mesa Campesina del Corregimiento de Altavista: Por la defensa de la vida campesina en nuestro corregimiento

Luego de retomar algunas propuestas que partieron desde la Sexta Asamblea Campesina del Valle de Aburrá para la construcción de un camino que agrupe a los campesinos y campesinas en la defensa del territorio, y después de considerarlo durante varios encuentros, el pasado 29 de septiembre de 2017 líderes y lideresas de diferentes veredas y organizaciones del corregimiento de Altavista, dimos por conformada la Mesa Campesina con el propósito de organizarnos como colectivo campesino para generar espacios de discusión y acción sobre las problemáticas de las diferentes microcuencas, para promover la apropiación del territorio y para ser un escenario de representación de los intereses de los campesinos y campesinas del corregimiento.

Queremos impulsar y fortalecer propuestas y acciones para que el campesinado sea reconocido como una población sujeta de derechos, ya que consideramos que el corregimiento de Altavista está habitado por comunidades campesinas que históricamente han estado invisibilizadas y en permanente vulneración de sus derechos.

Por lo anterior, exigimos que en todas sus fases, el Distrito Rural Campesino sea concebido y respetado como una figura que ampara los derechos, la permanencia, la sostenibilidad y las condiciones de vida digna para los campesinos y campesinas. Que esta sea una figura de protección y defensa de nuestros territorios, que además ayude a solucionar el conflicto entre la producción campesina existente y las diferentes figuras de ordenamiento territorial que se sobreponen dentro del corregimiento de Altavista.

En ese sentido, manifestamos que no estamos acuerdo con la compra de predios para la conservación ambiental y otras prácticas de preservación pensadas sin gente, cuyos procesos están negando la existencia y la importancia de la unidad familiar campesina, la economía campesina y la seguridad y soberanía alimentaria de familias campesinas del corregimiento. Con ello además, se está negando nuestro derecho a la tierra, al territorio y al trabajo, y se están desconociendo nuestros saberes y capacidades para cuidar la naturaleza y los ecosistemas.

De igual manera, exigimos que las diferentes autoridades que tienen incidencia en el ordenamiento territorial brinden información oportuna, clara y verídica acerca de la situación de nuestro Corregimiento frente a los planes y proyectos existentes o propuestos. Así mismo, solicitamos que cuando se programen actividades para brindar este tipo de información se realicen convocatorias efectivas que garanticen la concertación y la participación de toda la comunidad.

En cuanto a las autoridades ambientales, exigimos que escuchen las denuncias y tomen las medidas adecuadas al respecto de los casos recientes de contaminación ambiental como los vertimientos de escombros que se están presentando en fuentes de agua del corregimiento.

Finalmente, contamos con una gran motivación y estamos planeando estrategias para generar alianzas con universidades y otras instituciones u organizaciones, y vincular poblaciones como la juventud del corregimiento, ya que reconocemos que la organización y la articulación son las mejores vías para que compartamos juntos el trabajo por la defensa del territorio.

Medellín, 6 de octubre de 2017.

Luego de marchar el 8 de marzo por las calles de Medellín y unirse al manifiesto del Movimiento Social de Mujeres, los días 17 y 26 de marzo la Red Intercorregimental de Mujeres de Medellín realizó una serie de plantones al frente de las casas de gobierno de San Antonio de Prado, San Cristóbal y San Sebastián de Palmitas denunciando las violencias contra las mujeres rurales y campesinas. Agradecemos la vinculación de la batucada Manada Roja a esta acción pública de denuncia.

Plantón marzo 2017 mujeres

Comunicado Red Intercorregimental de Mujeres de San Antonio de Prado, San Cristóbal y San Sebastián de Palmitas, Medellín

Nosotras, mujeres rurales y campesinas de San Antonio de Prado, San Cristóbal y San Sebastián de Palmitas NOS CONCENTRAMOS hoy en el marco de la conmemoración del 8 de marzo “Día Internacional por los Derechos de las Mujeres” para denunciar las persistentes situaciones de discriminación, exclusión y violencias perpetradas contra las mujeres, las cuales continúan siendo un flagelo a nuestros derechos humanos que denotan los arraigos a una cultura patriarcal.

DENUNCIAMOS las violencias en todas sus manifestaciones: psicológica, física, sexual, económica y patrimonial, expresando todo nuestro repudio y señalando que estas tienen matices particulares relacionados con las dinámicas propias de nuestros contextos campesinos y rurales, los cuales deben ser considerados de manera diferencial por el Estado para su atención y tratamiento.

La persistente violencia física expresada en agresiones directas al cuerpo de las mujeres, la violencia psicológica como muestra de la subvaloración, menosprecio y denigración de lo femenino, la violencia sexual evidente en el desconocimiento de nuestros derechos sexuales y reproductivos, las barreras para decidir libremente la maternidad, las violaciones y el miedo a transitar por el territorio debido a la inseguridad, la violencia económica manifiesta en la falta de autonomía económica de las mujeres campesinas y en el no reconocimiento del trabajo en las fincas campesinas, y la violencia patrimonial visible en los obstáculos persistentes para que las mujeres campesinas seamos propietarias de la tierra. Todas estas situaciones son expresión clara de las violencias a las que estamos sometidas las mujeres de forma cotidiana.

EXIGIMOS al Estado la atención y protección de nuestros Derechos Humanos, lo cual encuentra relación con el reconocimiento de la legislación existente en materia de atención a las violencias contra las mujeres, la formación permanente de funcionarios y funcionarias responsables de las rutas de atención a las violencias con enfoque de género y diferencial, y la generación de programas y proyectos abocados al tratamiento y atención de las violencias contra las mujeres campesinas y rurales de Medellín.

Medellín, marzo 17 de 2017

 

“Mi cuerpo es territorio de derechos”.

“Las mujeres campesinas rechazamos todo tipo de violencias”.

“Exigimos una Medellín segura, libre de violencias y sin miedo para las mujeres del campo y la ciudad”.

“En memoria de Claudia Caicedo del Corregimiento de Santa Elena, ni un feminicidio más, ni una mujer menos”.

¡Mujer, mujer, denuncia violación, defiende tu vida, denuncia al agresor!

Nuestro compromiso feminista y ambientalista se reafirma en esta penumbra que se ha impuesto por el auge inusitado de falacias que van contra la construcción democrática de una sociedad basada en los ideales de la igualdad, la solidaridad, la diversidad, el respeto y reconocimiento a las diferencias y su trato democrático que implica y contiene la comprensión del vinculo con la naturaleza de la somos parte. El reconocimiento ético de la naturaleza hecha territorio, es decir, agua, aire, energía, bosque, vegetación, agricultura, alimentos y entonces calidad de vida.

Entre el pesimismo y la perplejidad  vividas el 2 de octubre y la esperanza y alegría luego, cuando nos encontramos en estas sucesivas marchas y manifestaciones diversas convocadas como para exorcizar ese No que significó dar la espalda a las víctimas de las violencias desatadas en estos años, muchos años, más de 50 años de conflicto bélico. Movilizaciones en las que jóvenes y mujeres de manera principal han puesto el empeño de la resistencia a la mortífera violencia. Hemos marchado como nunca y nos hemos reafirmado en nuestro trabajo.

Estamos en noviembre, un mes marcado por una fecha muy importante definida así como una conquista de los movimientos de mujeres, el día del no a la violencia contra las mujeres, es también un mes definitivo en las negociaciones con las FARC – EP y el ELN. Este 25 de noviembre habrá de ser otro día de movilización creativa.

Nuestro compromiso ha sido siempre con la paz y la democracia. Nuestro sueño, y a él dedicamos todo nuestro esfuerzo colectivo está en la búsqueda de una sociedad pacífica, reconciliada con su diverso territorio, garante de la vida y los derechos de las mujeres, las juventudes, las comunidades campesinas, indígenas y negras, respetuosa de la dignidad del trabajo y las gentes trabajadoras.

La paz para Penca de Sábila tiene nombres, propósitos, claves. La concreción de derechos y políticas y por eso la paz se llama distrito rural campesino concebido como paisaje cultural y natural garante de los derechos de las familias campesinas que habitan en Medellín. Un distrito rural como el perfilado en el Plan de Ordenamiento Territorial puede ser aporte y referente en la lucha por la defensa del territorio, la vida, la cultura y la economía campesina en Colombia. La paz para nosotros se llama Ley propia como así la denominaron los acueductos comunitarios, una ley propia de iniciativa popular que garantice el derecho a la gestión colectiva del agua y el derecho humano al agua.

La paz tiene el nombre de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, de sus derechos humanos, del derecho a la tenencia segura de sus tierras y bienes, a la plena participación social y política. La paz para nuestra organización tiene el nombre de los derechos juveniles. La paz para nosotras tiene los colores del arco iris, de las disidencias sexuales y la defensa de las diversidades y las libertades.

Para Penca de Sábila la paz es Bio-diversidad.

Bio diversidad es permanencia de vida. De la vida en su magnificencia, en su plenitud, en su diversidad. Cuando la sociedad colombiana debiera estar discutiendo asuntos trascendentales de su presente y su futuro como la conservación de la biodiversidad, del agua y los bienes comunes, como la concreción de los acuerdos para una paz sostenible, la discusión discurre por los senderos inhóspitos de la intolerancia, la agresividad y la violencia contra las diversidades, el derecho a la diferencia, las alteridades, las disidencias.

Una discusión contra la vida en democracia, es decir contra la convivencia, la solidaridad y el manejo adecuado de los conflictos promovida por las iglesias y aprovechada por movimientos políticos y personajes que les son afectos y ocupan importantes cargos de los que abusan convocando ilegales acciones contra los acuerdos jurídicos que hoy permiten que podamos afirmar que somos una nación, un país.

En el país de la mega diversidad, en el que la vida fluye a borbotones, paradójicamente, se pavonea la muerte por efecto de múltiples violencias, del enfrentamiento armado, del uso de las armas para despojar de tierras al campesinado y que ha llevado a ser el país del desplazamiento más grande de su población rural y claro también urbana a otra escala y en un continuum de desplazamiento permanente de gentes que ni en la ciudad encuentran el sosiego de un lugar digno para habitar.

Brigitte LG Baptiste define la biodiversidad como “todas las expresiones biológicas en el territorio, todas las expresiones de vida que existen en el territorio.  Pueden ser micro organismos, flora, fauna, animales, plantas y su relación con el suelo, el agua y el espacio”. Los seres humanos somos arte parte de la biodiversidad, somos parte de la trama de la vida y no su centro y la no comprensión de esta clara relación nos ha llevado al extravío y la irresponsabilidad. A la intolerancia y la incapacidad de comprender que es la diversidad la manera de co -evolucionar y que así se ha hecho la vida.

Hoy desde una ideología dogmática que quiere hacer pasar por “natural” una sola forma de familia, la discriminación y sumisión de las mujeres y con supuestos argumentos científicos condenar al 10 por ciento de la población a una condición de anormalidad por sus perspectivas u orientaciones sexuales, de placer, gusto y erotismo. Se promueven manifestaciones agresivas, fanáticamente violentas que en rigor se convierten en acciones ilegales que desconocen nuestro ordenamiento jurídico, basta recordar la sentencia de la Corte Constitucional, Sentencia T-268 de 2000, del magistrado ponente Alejandro Martínez Caballero:” (…) la diversidad sexual está claramente protegida por la Constitución, precisamente porque la Carta, sin duda alguna, aspira a ser un marco jurídico en el cual puedan coexistir las más diversas formas de vida humana”. Para no citar otras recientes.

Nosotras como organización ambientalista y feminista soñamos con una sociedad incluyente, democrática, que resuelva sus conflictos de manera BIO_LENTA y no de manera violenta. La naturaleza ha sido víctima de la guerra y la codicia que en parte la explica y la financia. La manera como nuestra población se ha situado en el territorio haciéndose vulnerable a la dinámica de los ecosistemas, se debe también al conflicto armando, al desplazamiento que les ha llevado a habitar orillas de ríos y quebradas, periferias urbanas que las hacen comunidades en riesgo. El extractivismo que se impone con los grandes monocultivos la mega minería contaminante, las grandes vías y represas, han conducido a un poblamiento del territorio que refleja esas deudas de la guerra con la naturaleza, el territorio y los bienes naturales que podrían garantizar la existencia digna si se re direcciona el rumbo de nuestra sociedad hacia una sociedad sustentable y justa.

Imaginamos y con esperanza creemos con Brigitte LG Baptiste que el “fin del conflicto armado significa el principio del conflicto hablado, la búsqueda de nuevos acuerdos para habitar y compartir uno de los territorios más biodiversos y ricos en aguas e historias del planeta, un vividero inigualable si aceptamos aplicar nuestro ingenio al disfrute colectivo y generoso que aún nos ofrece la naturaleza pese a lo mal que la hemos tratado hasta el momento. ¡Apoyemos la firma de esta paz!”

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El pasado 11 de mayo de 2016 diferentes organizaciones, colectivos y personas nos reunimos a conversar sobre ¿para qué un Distrito Rural Campesino? con la intención de seguir generando espacios de encuentro y reflexión que permitan continuar pensándonos la ruralidad campesina de Medellín y el Valle de Aburrá. Mujeres campesinas y hombres campesinos, estudiantes y profesores universitarios y, en general, ciudadanos y ciudadanas interesados/as y comprometidos/as con una lucha histórica por el reconocimiento de los derechos, vida y territorio campesino.

En el encuentro hubo múltiples y diversas intervenciones sobre la fundamentación y defensa del Distrito, la forma en que se ha construido esta figura de ordenamiento territorial y las opiniones de las y los asistentes, muchos de ellos campesinos y campesinas sobre la importancia de seguir apostándole a la construcción social y política de este escenario.

La figura del Distrito nació para ir en contracorriente a lo impuesto por el mercado, basado éste en la concentración de capital, el alto consumo de combustibles fósiles, el extractivismo, la sobreproducción, el consumismo y los acuerdos de libre comercio; por el contrario, el Distrito reivindica el campesino y la campesina como sujetos de derechos y además, defiende y protege el campo y la tierra para la continuidad de saberes propios, la cultura, los valores, las tradiciones del campesinado y la producción enfocada al autosostenimiento.

El Distrito como espacio de derechos es una propuesta innovadora de reconfiguración del territorio hacia un modelo de desarrollo rural sostenible, puesto que reconoce la forma particular del modo de vida campesino, la producción agroalimentaria desde la apuesta agroecológica (socialmente justa, amigable con el ambiente, económicamente viable y culturalmente aceptable), alternativa para conservación ambiental y la soberanía alimentaria, aspectos que en la actualidad no son visibles dentro de la realidad del país y la ciudad.

Durante las intervenciones se recordaron las propuestas promulgadas en la Cuarta Asamblea Campesina: titularización de predios campesinos, comercio justo, producción agroecológica, exoneración de impuestos a predios campesinos, gestión comunitaria del agua, equidad de género, entre otras. También hubo oportunidad para analizar cómo está el Distrito y la ruralidad campesina en el Plan de Desarrollo de Medellín que actualmente discute el Concejo de la ciudad.

Frente a esto varios interrogantes generan el Plan de Desarrollo que se presentó a la ciudad y al Concejo que no logran recoger de manera directa las propuestas realizadas por la comunidad; además, no presentan a los campesinos como sujetos de derechos a falta de la integralidad en los retos, programas y proyectos para este cuatrienio. ¿Cuál es la visión sociopolítica del campesinado?, ¿cuál es el papel y cómo se define la mujer en el campo?, ¿por qué hablar de lo rural sin lo campesino?, fueron algunas de las preguntas que se plantearon para seguir discutiendo y haciendo control en la etapa final de aprobación del Plan y en la futura puesta en marcha.

La conversación sobre el Distrito Rural Campesino se continuará realizando como evento de ciudad con el fin de seguir visibilizando y demostrando ante la administración municipal y la ciudadanía de Medellín que los campesinos y campesinas necesitan y pueden mejorar las condiciones de vida, además de poder lograr con la reglamentación e implementación el gran desafío de cerrar la brecha entre el campo y la ciudad.

Participaron

Asociación Campesina Agroecológica de la región de Boquerón (ACAB)

Asociación Campesina Agroecológica Campo Vivo
Comité de la Asamblea Campesina del Valle de Aburrá
Red Intercorregimental de Mujeres de San Antonio de Prado, San Cristóbal y San Sebastián de Palmitas

Red Ambiental y Cultural Juvenil Intercorregimental (REDAJIC)

Estudiantes y profesores universitarios

Corporación Penca de Sábila

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